La inmigración y la reacción conservadora

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Una fuerte inmigración comenzó a afluir desde todos los rincones del mundo (Alemania, Polonia, Italia, China) en busca de oportunidades, agolpándose en las ciudades en barrios abarrotados de extranjeros donde reinaban la pobreza y la exclusión. Pero esos inmigrantes eran portadores de lenguas, religiones, costumbres y diferentes ideales políticos, de modo que en no pocas ocasiones chocaron con los valores de los ya establecidos, que reaccionaron aferrándose a los conservadores ideales del modelo «WASP»(blanco, anglosajón, nativo y protestante).

La percepción de la «otra América», la de los que llegaban, se convirtió en un grave problema social, político y moral. La Administración conservadora republicana optó por una política de control de la emigración (Leyes de 1921) y desde postulados racistas prohibió la entrada de individuos de origen asiático restringiendo asimismo la entrada de europeos -especialmente de eslavos y latinos- mediante leyes como la Immigration Actde 1924 (también conocida como «Johnson-Reed Act»).

Desde una mentalidad puritana, se difundió la opinión de que el país estaba siendo corrompido por ideas y modos de vida extraños y se identificó a los inmigrantes con la ingesta de alcohol. El gobierno prohibió su consumo, fabricación y venta («Ley Seca»), fomentando con ello la creación de bandas organizadas que ejercieron el control de un floreciente contrabando y mercado negro, favoreciendo indirectamente el fenómeno de las mafias y el gansterismo (Al Capone y otros).

El cine de los años ’20 y la cultura de masas

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El cine de los años ’20 y la cultura de masas

Como en ninguna década anterior, la de 1920, evidenció la presencia de una cultura de masas. En esos años, la cultura popular fue conmovida intensamente por lo sistemas de producción en cadena, los nuevos medios de comunicación y un consumo cada vez mayor.

No solo fue afectada la cultura popular sino, simultáneamente, la alta cultura y la marginal.

Millones las personas que pudieron, entonces, acceder a la música y la literatura, aunque éstas le llegaran en formato vulgar, simplificadas, a través de la radio, de la prensa masiva y del cine.

Tanto ricos como pobres, patrones y empleados, ocupaban miles de salas cinematográficas, cada vez más espaciosas, para fascinarse con artistas que, desde la pantalla, aparecían con faldas arriba de sus rodillas, e, incluso, con un cigarrillo en la mano.

En los EE.UU., personas de todas las clases sociales concurrían a los bares nocturnos de las principales ciudades a escuchar jazz, la nueva música, identificada con la rebeldía hacia la música tradicional y burguesa, e interpretada por artistas de color, que, como Luis Armstrong, alcanzaron niveles de popularidad desconocidos.

El béisbol, el básquet, el boxeo y el fútbol, tanto en los EE.UU., los tres primeros, como en Europa, los dos últimos, se convirtieron en deportes multitudinarios, que movilizaban a cientos de miles de espectadores.

La cultura de masas ofrecía la ilusión de la inclusión, es decir, permitía –y permite- que cualquier individuo, aun los más desfavorecidos económica y socialmente, puedan, aunque más no sea por unos instantes, sentirse partícipes de un evento colectivo, o de un sueño imposible.

El cine creció al conjuro de la cultura de masas, fue influido y potenciado por ésta, y, a su vez, contribuyó a consolidarla, convirtiéndose en una sus soportes más potentes y gravitantes.

 

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Autor: Felipe Pigna / Fuente: El Historiador

El modo de vida “americano”

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Los Estados Unidos se convirtieron en la locomotora de la economía mundial pero también el modelo de vida americano fue exportado a todo el mundo. Se trataba del «American way of life» que rápidamente sedujo a los europeos, cimentado en el consumo individual de bienes (automóviles, teléfonos, electrodomésticos), impulsado por la publicidad y sostenido por un crédito fácil y las ventas a plazos.

Los espectáculos de masas (cine, deportes, cabarets, teatro), el interés por la alta costura, las nuevas corrientes musicales (jazz, charleston, blues) se convirtieron en objetos de consumo y alimentaron a toda una industria que hasta entonces no había sido significativa (Hollywood, discográficas, moda, etc.). 

La prensa conoció un gran esplendor, proliferaron las revistas especializadas, las deportivas, las dedicadas a la mujer. Fenómeno destacado fue el de la radio, cuyas ondas se difundieron por campos y ciudades y comenzó a utilizarse como excelente instrumento de publicidad. Al final de la década existían casi 14 millones de receptores en Estados Unidos.

La América opulenta se reveló a los ojos de todo el mundo como el paradigma de las libertades, de las posibilidades de enriquecimiento y el bienestar. Los valores que la impulsaban eran los del éxito, la iniciativa y el esfuerzo individual. Por contra la pobreza y el fracaso fueron considerados signos de pereza, falta de inteligencia, debilidad e incompetencia.

El país se exhibió como en un escaparate donde toda iniciativa conducía al éxito, se proyectó a través de los medios los medios de comunicación de masas (cine, publicidad, etc.) como la Meca soñada para los que iban en busca de la fortuna.

 

 

Lo que significó la puesta en marcha del “taylorismo”

Se adoptó un sistema más perfeccionado de remuneración diaria […] que consistía en pagar en función de la cantidad y la calidad de lo que se producía. Al cabo de un tiempo relativamente corto el supervisor estimuló la producción de todas las trabajadoras aumentando el sueldo de las que producían más y mejor y reduciéndolo a las que se mostraban inferiores a las otras. Finalmente, despidieron a las obreras cuya lentitud y falta de atención era incorregible.

También se hizo un estudio detallado con un cronómetro del tiempo necesario para hacer cada operación. Se escogió la forma más sencilla de ejecutarlas para eliminar todos los movimientos lentos o inútiles y reunir en una secuencia los más rápidos y los que permitían una mejor utilización de los instrumentos y de los materiales. Este estudio demostró que las trabajadoras perdían charlando una parte considerable de tiempo.

Se les impidió hablar durante las horas de trabajo colocándolas a una distancia considerable. Las horas de trabajo fueron reducidas de diez y media a nueve y media y luego a ocho y media […].

Se introdujo también el trabajo a destajo y cada hora se informaba a las trabajadoras si su ritmo era normal o si iban atrasadas. Los resultados finales de este sistema fueron los siguientes:
a) 35 obreras hacían el trabajo que antes realizaban 120.
b) Las obreras ganaban 35,5 francos por semana en lugar de los 17,5 anteriores.
c) Se trabajaban ocho horas y media en lugar de diez y media.
d) La precisión en el trabajo había aumentado un tercio.

TAYLOR, F. W. La direction des ateliers.

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Fuente: http://www.historiaybiografias.com/taylorismo/

EL TAYLORISMO EN EL CAPITALISMO

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El desarrollo del capitalismo promovió un avance incesante de las técnicas productivas y de la ciencia aplicada al desarrollo industrial. Las empresas que competían entre sí por controlar los mercados, buscaban reducir sus costos de producción.

El avance tecnológico, nuevas máquinas, medios de transporte más veloces y el uso de la electricidad permitía abaratar los costos; también influía en éstos la forma de organizar las tareas dentro de las fábricas. Los primeros pasos consistieron en la imposición de una disciplina muy severa y en una mayor división del trabajo, para que cada obrero realice unas pocas operaciones de manera repetida.

El deseo de aprovechar al máximo el potencial productivo de la industria llevó al ingeniero norteamericano  Frederick W. Taylor (1856 – 1915) a realizar un estudio minucioso de las tareas fabriles. Su objetivo era eliminar los movimientos inútiles y establecer, por medio de cronómetros el tiempo necesario para realizar cada tarea específica. A este método se lo llamó organización científica del trabajo o taylorismo. 

Según el propio Taylor, las etapas para poner en funcionamiento su sistema de organización del trabajo eran las siguientes:

  1. Hallar diez o quince obreros (si es posible en distintas empresas y de distintas regiones) que sean particularmente hábiles en la ejecución del trabajo por analizar.
  2. Definir la serie exacta de movimientos elementales que cada uno de los obreros lleva a cabo para ejecutar el trabajo analizado, así como los útiles y materiales que emplea.
  3. Determinar con un cronómetro el tiempo necesario para realizar cada uno de estos movimientos elementales y elegir el modo más simple de ejecución.
  4. Eliminar todos los movimientos mal concebidos, los lentos o inútiles.
  5. Tras haber suprimido así todos los movimientos inútiles, reunir en una secuencia los movimientos más rápidos y los que permiten emplear mejor los materiales más útiles.

La aplicación del sistema de Taylor provocó una baja en los costos de producción porque significó una reducción de los salarios. Para estimular a los obreros a incrementar la producción, muchas empresas disminuyeron el salario pagado por cada pieza. Hacia 1912 y 1913 se produjeron numerosas huelgas en contra de la utilización del sistema de Taylor.

Para que el sistema ideado por Taylor  funcionara correctamente era imprescindible que los trabajadores estuvieran supervisados en sus tareas. Así se conformó un grupo especial de empleados, encargado de la supervisión, organización y dirección del trabajo fabril.

Quedaba atrás, definitivamente, la época en que el artesano podía decidir cuánto tiempo le dedicaba a producir una pieza, según su propio criterio de calidad. Ahora, el ritmo de trabajo y el control del tiempo de las tareas del trabajador estaban sujetos a las necesidades de la competencia en el mercado.

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Los resultados del método taylorista 

Taylor estaba convencido de que el aumento de la productividad que se lograría con su método abarataría  el costo de los productos, favoreciendo la posición de la industria norteamericana en el mundo y mejorando el nivel de vida de los trabajadores. Procuraba aprovechar al máximo los tiempos de trabajo, combatiendo las tendencias al ocio y los “tiempos muertos” en la fábrica, es decir, aquellos espacios de tiempo en los que no se estaba produciendo nada.

Taylor confundía en muchos casos el aumento de la productividad (que se puede lograr de muchas maneras) con la mera intensificación del ritmo de trabajo. Consideraba que las herramientas de trabajo, como las máquinas, debían ser sencillas y fáciles de usar para que los trabajadores pudieran aprender rápidamente a manejarlas.

Para Taylor, la división del trabajo dentro de la fábrica debería llevarse al máximo: cada trabajador tendría una tarea específica, cuyos tiempos estarían cuidadosamente cronometrados. El proceso de trabajo sería planificado en las oficinas de la empresa, luego de estudiar cada aspecto del proceso de producción.

Taylor no consideraba que pudieran haber entonces conflictos entre obreros y patrones, ya que creía que ambos coincidirían en mejorar la producción y las remuneraciones, y por lo tanto no veía la necesidad de existencia de los sindicatos para defender a los trabajadores. Su método estaba diseñado para premiar naturalmente a aquellos que más rindieran y castigar a los que no cumplieran con los objetivos fijados por la dirección “científica” de la empresa.

Impacto del taylorismo en la economía mundial

Las innovaciones en la forma de organización fabril que propuso Taylor fueron adoptadas en numerosas empresas industriales en los Estados Unidos y, posteriormente, en Europa.

Estos cambios significaron una modificación en las relaciones laborales y en la forma de producir, que se volvió más eficiente pero, al mismo tiempo, más deshumanizada, ya que los ritmos de trabajo intensos y repetitivos repercutieron desfavorablemente en la salud y la motivación de los trabajadores.

No siempre la aplicación de los métodos taylorisras fue acompañada por su recomendación en cuanto a mejorar las remuneraciones de los asalariados, o permitirles el descanso necesario – durante y después de la jornada laboral – para que repusieran adecuadamente sus energías.

Por otra parte, el taylorismo dejó de lado la importancia que tiene, para quien trabaja, el realizar una tarea que sea entretenida y variada.

En ningún momento se contemplaron los efectos psicológicos que se producirían a partir de la estandarización del trabajo, así como el impacto de la rutina y el aislamiento del trabajador en relación con sus compañeros durante la larga jornada laboral.

El taylorismo no procuraba aprovechar los conocimientos y la creatividad de los trabajadores para mejorar la producción, ya que eso quedaba en manos de los expertos – administradores, ingenieros y capataces – que estudiaban científicamente cada tarea y establecían una rutina rigurosa, que debía ser cumplida de manera casi automática por los operarios.

 

Fuente: http://www.historiaybiografias.com/taylorismo/

Expansión de la economía mundial

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Durante los años 20, la industria manufacturera convirtió Detroit en la ciudad de mayor crecimiento de todo EEUU. 

La reactivación iniciada en Estados Unidos en 1922 fue algo más tardía en Europa (1924). Abrió las puertas a una etapa expansiva de la economía mundial que propició un clima de euforia y ciega confianza en el sistema capitalista. Se pusieron en marcha las transformaciones heredadas de la llamada Segunda Revolución Industrial:

  • Desarrollo de nuevos sectores de la producción (químico, siderúrgico, alimentario, automoción).
  • Empleo de nuevas fuentes de energía: electricidad y petróleo.
  • Introducción de nuevas formas de organizacióndel trabajo: taylorismo, estandarización, fordismo.
  • Concentración de capitales en torno a grandes corporaciones (trust, cartel, holding), especialmente en Estados Unidos y Alemania.

La nueva mujer

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El papel que la mujer desempeño en la I Guerra Mundial y la adquisición del derecho al voto, acabaron con la idea de la debilidad femenina. En esta década surge la “nueva mujer”, liberada y activa, que tiene también su reflejo en la forma de vestir. Coco Chanel creó una nueva moda para estas mujeres. Sus cortes sobrios y con estilo, y sus chaquetas y jerséis de punto influyeron en esta generación y en las siguientes.

El lema de los años veinte era la libertad, lo cual tenía su reflejo en las nuevas modas, muy atrevidas y criticadas por los más conservadores. Era la época de las “flappers”, término que se aplicaba a las chicas jóvenes que se maquillaban, fumaban en público y bailaban y bebían en fiestas o en clubes nocturnos.

Años 20: Difusión del Jazz

Los músicos negros llevaban muchos años tocando el jazz en el sur de Estados Unidos. Con el progreso de la industria fonográfica, los artistas se trasladaron a Chicago y Nueva York en busca de fortuna. De aquí, estos ritmos de influencia africana pasaron a Europa, sobre todo a Paris y LondresScott Fitzgerald acuñó el nombre de “Era del Jazz”. Tanto él, como su esposa, Zelda, formaban parte de ese mundillo. Sus novelas A este lado del Paraíso y El gran Gatsby reflejan magníficamente el ambiente juvenil de clase alta en los años veinte.

Uno de los más influyentes músicos de Jazz de los años veinte. En 1922, él y Joe King Oliver crearon el estilo Nueva Orleáns. Más tarde, con su banda, los Hot FivesArmstrong consiguió encandilar al público con sus solos de trompeta y su virtuosismo cuando improvisaba vocalmente.

Joe «King» Oliver, trompetista estadounidense de comienzos del siglo XX. Louis Armstrong  nunca se cansó de hablar de sus primeros días y de la influencia que Oliver había tenido en el lanzamiento de su carrera.

El Charlestón

En Estados Unidos surgieron muchos bailes nuevos como el lindy hop y el black bottom. Todos ellos tenían sus raíces en los ritmos sincopados de la música africana, conservados por la comunidad afroamericana. Sin embargo, el que hacía furor era el charlestón. Los bailarines se movían frenéticamente, girando los pies, extendiendo las piernas y agitando los brazos.

Los felices años 20

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Un mundo cansado y maltrecho comienza la década con ganas de pasarlo bien y olvidar la guerra pasada. Estados Unidos, que ha emergido como la primera potencia mundial, fijará el rumbo en la moda, la música y el arte. Surge una pujante industria del ocio con la fonografía, el cine y la radio, que experimentaron espectaculares avances. Las costumbres se relajan y los jóvenes rechazan lo convencional a favor de un clima de mayor libertad: recortan faldas y peinados, y pierden la vergüenza de bailar en público. También es la era del Jazz. Clubes y salas de baile de todo el mundo se van a llenar con su sonido y sus ritmos. Pero conforme avanza la década, la economía se debilita, hasta que en 1929, el crack de Wall Street pone un inesperado punto final a estos felices años que hicieron Historia.